Inversión sostenible
6 min de lectura 18 abr. 24
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Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), un sistema alimentario sostenible “es aquel que garantiza la seguridad alimentaria y la nutrición de las personas de tal forma que no se pongan en riesgo las bases económicas, sociales y ambientales de la seguridad alimentaria de futuras generaciones1”.
Esto significa que, para que un sistema alimentario sea sostenible, ha de ser siempre rentable (sostenibilidad económica); ofrecer amplios beneficios para la sociedad (sostenibilidad social) y tener un efecto positivo o neutro en los recursos naturales (sostenibilidad medioambiental).
Dada la fuerte interconexión entre el sistema alimentario —la forma en que se producen, suministran, distribuyen y consumen los alimentos— y el desarrollo humano y la naturaleza, un sistema alimentario sostenible es clave para lograr la totalidad de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS). Es más, para abastecer de alimentos a una población mundial de entre 9.000 y 10.000 millones de personas de aquí a 2050, reduciendo al mismo tiempo las emisiones netas de carbono a cero para cumplir los objetivos de cambio climático del Acuerdo de París, serán necesarios sistemas alimentarios sostenibles, inclusivos, saludables y eficientes.
El sistema alimentario actual es problemático tanto para las personas como para el planeta, ya que se calcula que se pierden 10 billones de dólares en costes ocultos para la salud y el medio ambiente (un 10% del PIB mundial)2.
Genera entre el 21% y el 37% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI), de las que casi la mitad corresponden al sector ganadero3, según las estimaciones del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, por sus siglas en inglés). Si no hay cambios, se espera que esta proporción aumente hasta el 50% de todas las emisiones de GEI en 20504 . Además, la agricultura es responsable del 70% del consumo mundial de agua dulce y ocupa el 40% de la superficie terrestre, al tiempo que provoca más del 90% de la deforestación tropical5.
El sistema alimentario genera también efectos negativos para las personas. En 2022, más de 1.000 millones de personas fueron diagnosticadas con obesidad y casi 2.000 millones con sobrepeso debido a un consumo excesivo, provocando un rápido aumento de los problemas de salud asociados6. Al mismo tiempo, cerca de 700 millones de personas pasan hambre7. Las explotaciones ganaderas industriales que crían grandes cantidades de animales en espacios reducidos pueden engendrar virus letales y propagar ‘superbacterias’ resistentes a los antibióticos, mientras que las dietas insanas suponen ahora un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad que las relaciones sexuales sin protección, el alcohol, las drogas y el tabaco juntos8.
Se calcula que las pérdidas y el desperdicio de alimentos generan entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de GEI9. A escala mundial, se estima que una media del 30% de los alimentos se pierde o desperdicia: un 14% entre la cosecha y la distribución minorista y en torno al 17% durante las fases de venta al por menor y de consumo10. En el siguiente gráfico se muestra la media anual de desperdicio de alimentos generados por persona en diferentes categorías de renta, si bien hay que precisar que no se dispone de datos suficientes sobre las categorías de servicios alimentarios y distribución minorista en los países de renta media, ni sobre ninguna de las categorías en los de países de renta baja.
Existen soluciones potenciales al reto en varios ámbitos:
Dentro de las estrategias de renta variable cotizada de impacto de M&G, una de las empresas participadas que ofrece soluciones en este ámbito es Darling Ingredients, especializada en la recogida y el reciclaje de residuos alimentarios. La compañía recoge diversos subproductos animales, residuos de panaderías comerciales y aceites de cocina usados. Éstos se refinan y reciclan, antes de utilizarse en una amplia gama de ingredientes y productos, como piensos, abonos orgánicos, colágeno, gasóleo renovable y biogás para la generación de energía limpia.
Para satisfacer una mayor demanda sin incrementar el uso de tierra y agua, y reducir al mismo tiempo las emisiones, serán necesarios avances en la forma de producir alimentos.
Hemos observado varias áreas con potencial para mejorar la eficiencia en la producción de alimentos:
Una de las compañías participadas por M&G, Tomra, está generando resultados positivos en esta área. La empresa usa su tecnología de escaneado óptico para crear soluciones de clasificación y calificación de alimentos. Sus clasificadoras automáticas de alimentos pueden detectar con rapidez y eficacia los artículos no deseados en las líneas de procesado de alimentos, analizando características como color, forma, tamaño, estructura e incluso características biológicas. Esto ayuda a reducir el desperdicio de alimentos, aumentar el rendimiento y, en definitiva, mejorar la eficiencia.
Las investigaciones demuestran que la carne y los productos lácteos representan aproximadamente el 60% de las emisiones agrícolas, pese a que aportan únicamente el 18% de las calorías y el 37% de las proteínas a escala mundial. Por tanto, el sistema alimentario puede ser más sostenible si se reduce el consumo de proteínas de origen animal y se opta por alimentos procedentes de plantas.
Para acelerar el cambio hacia las proteínas vegetales, en los últimos años se han producido varias innovaciones en tecnología alimentaria. La demanda de este tipo de tecnologías ha aumentado en los últimos años, impulsada por la creciente sensibilización de los consumidores sobre las repercusiones de las proteínas animales en la salud, el bienestar y el medio ambiente, así como por la respuesta positiva del mercado a ofertas alternativas basadas en proteínas, y se espera que crezca en los próximos años.
Actualmente existen en el mercado varias tecnologías de proteínas alternativas:
Dentro de las estrategias de renta variable cotizada de impacto de M&G, buscamos activamente empresas con un fuerte impacto en este segmento que es relativamente incipiente. Llevamos a cabo un análisis riguroso de las posibles compañías participadas. Deben producir impactos positivos sustanciales, mensurables e intencionados, además de demostrar que son empresas de calidad con potencial para generar un crecimiento financiero atractivo a largo plazo. Todavía no hemos identificado a ninguna candidata que cumpla nuestros estrictos criterios de impacto e inversión, pero seguimos trabajando en ello. Hemos observado que también hay firmas innovadoras prometedoras en los mercados no cotizados, con las que están colaborando nuestros compañeros en el equipo de activos de riesgo y cuyos avances seguimos de cerca.
La necesidad de un sistema alimentario eficiente y sostenible es de vital importancia no solo para asegurar una nutrición sana a una población en crecimiento, sino también para el clima, la protección de la naturaleza y unos resultados equitativos para los millones de agricultores del mundo. La escala del reto crece con cada día que pasa, agravada tanto por el crecimiento demográfico como por los efectos del cambio climático. No debemos subestimar el papel que desempeñan las soluciones innovadoras en la transición hacia un sistema más sostenible, lo que supone una gran oportunidad para los inversores.
El valor de las inversiones fluctuará, lo cual provocará que el valor de las participaciones se reduzca o se incremente. Es posible que no recupere la cantidad invertida inicialmente. Las rentabilidades pasadas no son un indicativo de las rentabilidades futuras.
Los puntos de vista expresados en este documento no deben considerarse como una recomendación, asesoramiento o previsión. No podemos ofrecerle asesoramiento financiero. Si no está seguro de que su inversión sea apropiada, consúltelo con su asesor financiero.