Perspectivas
4 min de lectura 30 ene. 25
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2024 ha sido un año repleto de acontecimientos, con un número récord de elecciones nacionales, intensificación de conflictos, un repentino desplome bursátil en Japón y la normalización de los recortes del precio del dinero. Sin embargo, estos desarrollos no han hecho mella en los mercados de renta variable: en el momento de redactarse este informe de previsiones, el índice S&P 500 acumulaba una subida del 25% en el año1. Ahora, por lo tanto, es un momento natural para considerar los factores y acontecimientos que podrían afectar a los mercados financieros en los próximos 12 meses.
¿En qué ámbitos deberían concentrarse los inversores y qué tendencias podrían afectar a las rentabilidades en 2025, ahora que finaliza el primer cuarto del siglo XXI? Con la perspectiva de volatilidad continuada en los mercados, no es momento para la complacencia.
Mason Woodworth, Director de soluciones de inversión, analiza si los mercados pecan de optimismo en sus hipótesis de crecimiento económico, por qué motivos podría ser este el caso, y qué implicaciones tendría para los inversores.
En un mundo de endeudamiento público elevado y crecimiento apagado, resulta tentador asumir que la actividad económica volverá a niveles más «normalizados», permitiendo a los gobiernos reducir su deuda hacia niveles más sostenibles. Sin embargo, ¿podría ser esta una hipótesis demasiado optimista? ¿pueden las condiciones actuales propiciar un crecimiento suficiente, y si hubiera un crecimiento inferior al previsto, cuáles serían las consecuencias para los inversores?
Los niveles de endeudamiento público, sobre todo en Estados Unidos pero también en otros países, han subido drásticamente en los últimos años. En 2024, el ratio deuda/PIB de Estados Unidos alcanzó el 123%2 , una subida que puede atribuirse a la pandemia de COVID-19 y a la crisis financiera global de 2008/2009. Estos acontecimientos excepcionales llevaron a los gobiernos y a los bancos centrales (sobre todo en el universo desarrollado) a proporcionar enormes cantidades de estímulo monetario y fiscal para dar impulso a sus economías.
Esta situación podría haber sido sostenible cuando los tipos de interés estaban a cero, pero ahora que los costes de financiación han subido marcadamente y satisfacer los pagos de deuda es más costoso, existe una preocupación creciente en torno a la sostenibilidad de las finanzas públicas.
¿Cómo salir de una situación caracterizada por un fuerte endeudamiento gubernamental, financiación elevada de los hogares (pese a tasas de ahorro razonablemente altas) y escasez de mano de obra?
Una posible vía de salida de esta trampa es el crecimiento económico: una expansión sólida acompañada de inflación moderada facilitaría la gestión de la deuda, pero la gran incógnita para los inversores es si tenemos las condiciones necesarias para que las economías florezcan.
Reactivar la actividad económica tras años de crecimiento apagado es una de las prioridades de los políticos en todo el mundo. Se ha convertido en parte de la narrativa, desde la del primer ministro británico Keir Starmer hasta la de los líderes de la Europa continental, e incluso la de China, cuyos legisladores anunciaron una batería de medidas de estímulo.
Pero por mucho que las autoridades se concentren en el crecimiento, este no puede producirse sin las condiciones adecuadas. Así, es importante mirar más allá de la superficie para entender mejor si una recuperación fuerte del crecimiento económico es un escenario realista. Con una idea más clara de las posibles fuentes de crecimiento, los inversores pueden evaluar qué factores descuentan las cotizaciones y las expectativas de los mercados de renta variable y de renta fija.
El índice de condiciones financieras (ICF) de la Reserva Federal trata de medir el estado de salud de la economía estadounidense y su potencial de crecimiento futuro empleando un abanico de variables, como los precios de los activos y los tipos de interés.
El ICF sugiere que a día de hoy las condiciones financieras son relativamente restrictivas, pero se han ido relajando a lo largo de 2024. Esto ha obedecido en gran medida al avance continuado de los mercados de renta variable aunque el inicio del ciclo de recortes de tipos de la Fed también ha contribuido.
El futuro rumbo será de crucial importancia. La expectativa es que los tipos de interés continuarán bajando en los próximos 12 meses, lo cual podría dar impulso al crecimiento del PIB; dicho esto, es poco probable que vuelvan a los niveles tan bajos o incluso negativos de la época posterior al estallido de la pandemia, con lo que las condiciones podrían no ser tan favorables como hace tres años.
Si consideramos las expectativas de crecimiento descontadas en las cotizaciones de los activos, podemos ver que en ciertas áreas del mercado (sobre todo las acciones tecnológicas estadounidenses) reina un optimismo considerable sobre el crecimiento futuro. Más allá de esta categoría estrecha, no obstante, los mercados de renta variable se han mostrado bastante apagados.
Tomemos como ejemplo a Nvidia, una acción que ha repuntado más de un 195% este año3, impulsada por el entusiasmo en torno a la inteligencia artificial (IA) y a la demanda futura de los chips que fabrica. Es indudable que la IA podría tener un amplio abanico de aplicaciones y está comenzado a ser adoptada por las empresas, pero vale la pena preguntarse si las ventajas de productividad conseguidas mediante esta tecnología cumplirán las expectativas que descuentan actualmente las cotizaciones de las acciones.
¿Podría haber cierto grado de euforia en ciertas partes del mercado hoy en día? Si el crecimiento económico no alcanza los niveles previstos, los beneficios de las empresas podrían ser muy inferiores a los pronósticos y decepcionar a los inversores.
Para que la IA florezca será necesario invertir en la infraestructura necesaria para respaldar su funcionamiento, desde la energía requerida para alimentar los centros de datos hasta las redes que transmiten esa información. Si el crecimiento futuro es inferior al nivel de tendencia y los gobiernos no pueden elevar su gasto en infraestructura debido a problemas fiscales, esto podría retrasar el desarrollo de la infraestructura crítica necesaria para respaldar a la IA.
Como decíamos antes, una consecuencia potencial de un crecimiento más débil es que los beneficios corporativos serían seguramente más bajos de lo pronosticado. Esto podría reducir el volumen de capital disponible para invertir (gasto en bienes de equipo), algo que en el ámbito de la IA, por ejemplo, podría frenar el ritmo de adopción.
Con escenarios como este, vale la pena preguntarse nuevamente si contamos con las condiciones necesarias para propiciar un crecimiento superior al nivel de tendencia. De cara al largo plazo, no obstante, un nivel de crecimiento inferior al esperado no tiene por qué ser desastroso para los inversores y los mercados.
Incluso si experimentamos un crecimiento del PIB más bajo del asumido, es probable que todavía haya ganadores.
Un crecimiento inferior a la tendencia, y por consiguiente menores niveles de beneficio y de inversión en bienes de equipo, podrían perjudicar al ritmo de adopción de la IA, por ejemplo. Esto podría inquietar a los inversores en IA, pero los fabricantes de chips no son los únicos beneficiarios de este tema. Alimentar esta tecnología exigirá una inversión en capacidad adicional de generación de energía eléctrica. Para los inversores a quienes les preocupa Nvidia, quizá haya oportunidades vinculadas pero menos dependientes del PIB. ¿Podrían los proveedores de energía y de infraestructura ser oportunidades más seguras y rentables?
Habiendo examinado un escenario en que el crecimiento económico no logra volver a niveles «normales», queda por plantearse qué significaría para los inversores. Una observación es que limitarse a invertir en mercados amplios presenta un riesgo potencial. Los diferenciales de la deuda corporativa son extremadamente estrechos, lo cual sugiere que el mercado no se muestra muy preocupado por los impagos y el panorama de crecimiento. (Los bonos corporativos, o diferenciales de crédito, son la diferencia entre el rendimiento de un bono corporativo (un título de renta fija emitido por una empresa) y un bono del Estado de la misma duración. El rendimiento se refiere a los ingresos percibidos de una inversión y se expresa como porcentaje del valor de mercado actual de la inversión).
En cambio, la curva de tipos de la deuda soberana descuenta cierto nivel de crecimiento inferior a la tendencia, o incluso brotes de recesión. ¿Significa esto que los diferenciales de crédito podrían ser vulnerables a un entorno económico más precario?
En el mercado de renta variable reina mucho entusiasmo en torno a la tecnología, pero poca cosa más.
Invertir de manera amplia ha tenido éxito hasta la fecha, pero en adelante, parece prudente adoptar un enfoque más selectivo. Si la narrativa de crecimiento acaba decepcionando, ciertas expectativas podrían sufrir un revés.
Esto no significa que vaya a producirse una recesión (de hecho no es lo que prevemos), pero creemos que todavía debe producirse una considerable normalización para volver a un equilibrio en que los valores relativos tengan sentido.
En tal escenario, creemos que deberá aplicarse un enfoque más activo y selectivo para tomar decisiones de inversión con mayor probabilidad de generar las mejores rentabilidades. Para los inversores, este no es momento para la complacencia.
El valor de las inversiones fluctuará, lo cual provocará que el valor de las participaciones se reduzca o se incremente. Es posible que no recupere la cantidad invertida inicialmente. Los puntos de vista expresados en este documento no deben considerarse como una recomendación, asesoramiento o previsión. No podemos ofrecerle asesoramiento financiero. Si no está seguro de que su inversión sea apropiada, consúltelo con su asesor financiero.